miércoles, 22 de febrero de 2012

Un Kindle de regalo

Llegó un miércoles por la tarde, lo tengo muy presente porque tenía cita con mi asesora de tesis y no pude quedarme a jugar con mi nuevo aparatito. Cuando por fin pude probarlo, me sorprendió la facilidad con que se usa, no necesita manual; qué cómodo es leer en él, su pantalla no cansa la vista y pesa muy poco; puede aumentarse o reducirse el tamaño de la letra, ahora entiendo por qué es tan exitoso entre algunos adultos mayores del primer mundo; puede cambiarse el formato del texto (apaisado o francés) y el tipo de letra (con “patines” o sin ellos); basta un clic para cambiar de página y otros cuantos para comprar libros sin salir de casa y tener una biblioteca portátil. No es un libro, no pretende serlo ni competir con éste, es una herramienta para leer, como también lo es el libro; sí, hay que alimentarlo y cargarle la batería, es frágil y no debe mojarse, rompe con la estabilidad de la página y no me garantiza que los textos siempre van a estar ahí; a pesar de esto, lo disfruto y estoy contenta con él porque me ofrece una nueva experiencia de lectura.
Teresa Ravelo

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