jueves, 23 de febrero de 2012
Preámbulo a las instrucciones para usar un Ipod
Cuando me regaron mi iPod, me regalaron Internet entero, horas interminables de video y audio, líneas y líneas de escritura sin fin. De pronto (eso es lo que yo pensaba) tenía la necesidad de saber lo que pasa en el mundo a cada momento, lo que hacían mis amigos y las opiniones de desconocidos sobre todos los temas. Más tarde, sentí el deber de ser otra persona en línea, tener otros amigos, otras formas de pensar y un criterio distinto. Pero en un iPod el espacio es infinito, y pronto mis propios límites se quebraron y tuve el trabajo de fincar un sitio para mí, un lugar para que aquella otra persona que soy yo viviera y expresara sus ideas y sus necesidades, un lugar para convidar a sus nuevos amigos... Cuando me regalaron el iPod, creí que me regalaban el mundo, pero me equivoqué; el mundo y el internet ya estaban dentro de mí.
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